EN EL DÍA MUNDIAL DEL CORAZÓN, EL INFALTABLE RECUERDO DE RENÉ FAVALORO COMO MÉDICO RURAL

Escribe Hernán Sotullo

En el Día Mundial del Corazón imposible soslayar el nombre del Dr. René Favaloro, fallecido hace 25 años, al dispararse al corazón, su inentendible decisión de destrozar el órgano por cuya cura se había obsesionado en su carrera de médico.

En su evocación me detengo en una de sus cartas de despedida donde pidió que se lo recordara humildemente como un “médico rural”, etapa que transcurrió durante sus 12 años de ejercicio profesional en Jacinto Arauz, un pueblito pampeano de no más de 3 mil habitantes, al costado de la ruta nacional 35, a casi 200 kilómetros de la capital Santa Rosa.

Fue tal la influencia durante ese período de su vida, que lo expresó con sus experiencias en el libro “Recuerdos de un médico rural” – hoy hallable para quien desee leerlo en nuestra Biblioteca Rivadavia – y regresó definitivamente a ese lugar, cuando siguiendo su explícita indicación, luego de ser cremado, sus cenizas fueron echadas al vuelo en un bucólico paraje denominado “Monte Pena”.

El lugar, a 12 kilómetros de Arauz, cruzado por un arroyo, y poblado de caldenes, era utilizado los domingos por Favaloro para leer y descansar. Sus familiares cumplieron la última voluntad de que su cuerpo desintegrado por el fuego, se esparciera donde consideraba que había nacido como médico.

Allí sus recuerdos aún permanecen en un museo en la vieja estación del ferrocarril, por la que ya no pasa el tren, pero que una vez, cuando aún corría, lo depositó allí, solamente por tres meses, para reemplazar al Dr. Dardo Rausch Vega, que había enfermado gravemente.

Finalmente, la estadía se alargó durante 12 años. No faltan en ese lugar la valija con la que arribó, uno de los guardapolvos que vistió, su recetario, y hasta un trozo de un tablón de la tribuna del club Gimnasia y Esgrima de La Plata, institución de la que fue hincha, como la mayoría de los habitantes del barrio “El Mondongo”, donde nació.

En julio de 2005 visité Arauz, enviado por el diario “La Opinión”, donde transitaba mi etapa de periodista, pasé por su clínica, y recogí los testimonios de antiguos pacientes y colaboradores, aunados en la enorme tristeza, primero, al verlo partir del pueblo para progresar en sus conocimientos en Estados Unidos, donde dejó esclarecidos paradigmas de la cirugía cardíaca, y luego, cuando la noticia de su muerte se instaló en la población.

Allí pagaba en dinero el que podía, otros en especies de las más variadas: gallinas, huevos, corderos, verduras, frutas. De los pobres de solemnidad, sólo el devoto agradecimiento. Las anécdotas y enseñanzas que dejó, se contaban interminables, como las charlas que daba a las mujeres reunidas en la iglesia para explicarles elementales consejos para criar a sus hijos.

Finalmente, recuerdo palabras del Dr. José Ruben De La Cruz, actual director de la “Clínica García Salinas” de Trenque Lauquen, entonces con su familia afincada en Arauz. Su madre, a punto de alumbrar el nacimiento de nuestro futuro vecino, se internó en el centro de salud de Favaloro, siendo éste, quien la asistió en el parto, cortó el cordón umbilical, y le dio su bienvenida a este mundo.

De La Cruz reflexionaba: “Fue admirable lo que hizo en mi pueblo, una medicina de avanzada en lo preventivo y asistencial, con una humildad que lo hacía más grande; fue un tesoro que perdimos”, y añadía “lo que tiene que haber significado para él mi pueblo, para querer quedarse, ya muerto, con nosotros”.

En las fotos se observa la valija con la que llegó a Arauz, recetario que utilizó, y el mural pintado en Tres Lomas por la artista Karina Eleicegui