LOS ALTAVOCES CALLEJEROS FUERON EL GERMEN DE LAS RADIOS Y RASGO DISTINTIVO DE UN TRENQUE LAUQUEN CREATIVO Y PUJANTE

El progreso va escalando a través de una sucesión de etapas superadoras. Por eso, antes de la aparición de las radios, hubo propaladoras callejeras en los pueblos que se ocupaban de la música y la publicidad. Esto también ocurrió en Trenque Lauquen.

Antonio Carrizo

Eran épocas en las que, además, las grandes empresas disponían de vehículos recorriendo las ciudades para promocionar sus productos. Fue el comienzo del después popular locutor de la radiofonía argentina, el villeguense Antonio Carrizo, que pasó muchas veces por aquí, haciendo amigos y hasta conquistando alguna novia, procurando fomentar el consumo del analgésico “Mejoral”, y su seductor eslogan “Mejoral mejora mejor”.

Mientras en Buenos Aires, los dueños ingleses de la Editorial Haynes, construían Radio El Mundo a imagen y semejanza de la BBC de Londres, en nuestra ciudad, en las antípodas de ese ostentoso despliegue, Luis Quintín “Bocha” Odriozola, un recordado vecino que luego ganaría fama en el ejercicio de la actividad de martillero, instalaba en el corazón de la avenida Villegas, a la altura del 300, un modesto estudio de transmisión para llegar con el sonido a cuatro parlantes, primitivamente de madera, luego metálicos, ubicados en la esquina de Villegas y 9 de Julio.

Luis ·Bocha” Odriozola y su infaltable clavel en la solapa

Aquella inicial aventura se convertiría en un suceso que conmovería a la ciudad, cuando comenzaron a emitir música en una calurosa noche de febrero de 1935. La gente, que por entonces acostumbraba a dar “la vuelta al perro”, como se denominaba popularmente ese paseo en torno a las calles céntricas, se apiñaba con asombro debajo de esas bocinas y se anoticiaba del nacimiento de “Publicidad Idea”, bajo el eslogan con el que su creador la había dotado: “Un nervio inquieto del arte publicitario moderno”. Las marciales notas de la marcha militar “Cura Malal” acompañaban el inicio de cada transmisión.

DEL DISCO AL VIVO
Odriozola, siempre de elegante vestir que resaltaba con el infaltable clavel sobresaliéndole en la solapa de su saco, ya lucía antecedentes artísticos, habiendo sido el presentador y ocasional cantor de la tradicional orquesta “Los de Laguna Redonda”. Antes, en Buenos Aires, frecuentaba ese ambiente habiendo cultivado amistad con personajes de la época, entre ellos, con el capocómico José “Pepitito” Marrone, y el recitador criollo Fernando Ochoa.

El pianista Ruiz acompañando a un cantante

El pianista Oscar Sergio Ruiz, que acompañaría desde el teclado algunas audiciones en Publicidad Idea lo describió a Odriozola, en una carta que le envió años después desde Buenos Aires, donde proseguiría su carrera artística en distintas radios, cuando los músicos actuaban en vivo: “Te parabas con tus patitas medias abiertas y la boca ladeada frente al micrófono y te mandabas “Pa’ mí es igual”, un tangazo que interpretabas con gusto y mucha clase”.

Odriozola y el vehículo que recorría la ciudad

La transmisión se desdoblaba. Por la mañana, de 10 a 12 horas, y por la tarde, de 17 a 21. Abarcaban un variado menú de música culta y popular, en la que se intercalaban tanto famosas óperas como conocidas selecciones tangueras y folklóricas, con el propósito de conformar todos los gustos, aunque alguna vez, alguien ya aburrido de escuchar música clásica, golpeó la ventana que daba a la calle, y casi suplicando pidió que le pasaran “algún tanguito”.

Luego, este remedo de radio, mudó su estudio a la vuelta de la Villegas, ubicándose en 9 de Julio 33, donde por momentos abandonaron el disco para sustituirlo por audiciones en vivo, de las que participaban los más conocidos músicos y cantantes locales de la época, entre ellos, los después célebres Nelson y Cacho “Los Indios Tacunau”, de botas y bombachas, acompañando a su padre el guitarrero Domingo Tacunau. También allí lucía su voz, su esposa, Leónides Guillot.

PUBLICIDADES
Dichos espacios también contemplaban intervalos para difundir tandas publicitarias, que el propio Odriozola escribía. Así, al tiempo que las radios porteñas aconsejaban Geniol, para calmar cualquier dolor de cabeza o el Jabón Federal para dejar más blanca la ropa, en Publicidad Idea, la tienda “La Favorita” anunciaba liquidaciones mensuales de sus prendas “a mitad de precio”, y recomendaba a la Casa Steiner para que las familias adquirieran ahí sus muebles “mudos compañeros de toda la vida”, tal cual rezaban textualmente los avisos.

Rolo Sáenz en Publicidad Idea

Para su lectura y las presentaciones de los artistas, se encargaron en distintas etapas, Tito Odriozola, hermano de Luis; Rodolfo “Fito” Játar, entonces joven estudiante del Colegio Nacional, y que con los años alcanzaría su diploma de Escribano; Hugo Ibarzábal; Rolo Sáenz – después director de LU11 – que además cantaba, y Edgardo Sánchez Trapes.

Idea, más adelante, superaría el limitado lanzamiento inicial de los cuatro parlantes céntricos, y se extendería hacia todos los sectores de la ciudad, mediante un vehículo que destacaba unos enormes parlantes de madera en su parte superior, el que circulaba por las calles, deteniéndose en las esquinas.

Los hermanos Luis y Tito Odriozola

También era frecuentemente contratada para animar bailes, corsos, casamientos y las más diversas fiestas, incluyendo en su momento las celebradas Romerías Españolas y los convocantes bailes del club Ferro Carril Oeste, aquellos que para los carnavales se anunciaban con el famoso eslogan: “Está triste, le va mal, vaya a Ferro en carnaval”.

Las propaladoras callejeras fueron el germen de las radios que hoy se multiplican en cada ciudad.

José “Pepe” Collado

A “Publicidad Idea”, la sucedió años después “Timón”, empresa común de Francisco “Paco” Aznárez, Iván Guayarello y Juan Carlos Rudoni, instalados en la calle Teniente Genera Uriburu casi San Martín, de cuyas transmisiones emergerían luego las consagradas voces de Mabel Ciotti y José “Pepe” Collado.

Se sumaría finalmente “El Grillo”, de Agapito Irureta, en el barrio noroeste. Todas ellas cumplieron largamente con los vecinos a los que entretuvieron con sus programaciones en románticas épocas de pararse en las esquinas para prolongar en los oídos el sonido de aquellos precursores altavoces.

Casi como un acto de desagradecimiento, por el enorme aporte que habían brindado a la cultura de la comunidad, disposiciones públicas prohibieron aquellos primigenios altavoces, aunque ya la aparición de la radio, y el incremento del ruido ambiente, sobre todo por el crecimiento vehicular, los convirtieron en prácticamente inaudibles, contribuyendo a la desaparición de uno de los rasgos distintivos de una época de la ciudad.