LA CRUCIFIXIÓN DE CRISTO DESDE LA MIRADA DE UN VERSO LUNFARDO

Enrique Otero Pizarro fue un hombre polifacético. Abogado, juez, educador, pintor, poeta y boxeador. Nunca publicó un libro de versos propio, pero sí algunos sonetos sueltos, de enorme valor que firmó con el seudónimo Lope de Boedo, lo que revela su pertenencia a uno de los barrios porteños que más aportó al tango y, por extensión, al argot fascinante del lunfardo.

Otero Pizarro, que había nacido en Córdoba en 1915, y falleció Buenos Aires en mayo de 1974, apeló en tramos de su trayectoria a pasajes bíblicos en tono lunfardesco, como el que tituló “Multiplicación”, que refiere a uno de los milagros de Jesús, quien, con una escasa cantidad de alimentos, panes y pescados, fue capaz de darle de comer a toda una muchedumbre hambrienta que lo seguía, deslumbrada por sus prédicas.

En ese soneto concluye: “El Ñorse con su porte altamirano / sencillamente así, sin banderola / como quien anda al bardo o no hace nada / les fabricó marrocos a carradas y más pescados que La Campagnola”.

Pero atento a la fecha que transitamos es más que oportuno rescatar de sus escritos, el soneto “Dos ladrones”, que despertó la atención del celebrado cantor Edmundo Rivero, quien lo musicalizó y grabó.

Hay tres cruces y tres crucificados.
En la más alta, al diome, el Nazareno.
En la de un güin lloraba el grata bueno
mangándole el perdón de sus pecados.

Escracho torvo, dientes apretados,
mascaba el otro lunfa el duro freno
del odio y gargajeaba su veneno
con el estrilo de los rejugados.

¿No sos hijo de Dios? ¡Dale salvate!
¿Sos el rey de los moishes? ¡Descolgate!
¿Por qué no te bajás? ¡Andá, che, guiso!.

Jesús ni se mosqueó. Minga de bola.
Y le dijo al buen chorro: estate piola,
que hoy zarparás conmigo al Paraíso.

Dimas, el buen ladrón – a la derecha de Jesús – poseía una posada. Atracaba a los ricos, para favorecer a los pobres. Gestas, el mal ladrón – a la izquierda de Jesús – solía dar muerte con su espada a algunos caminantes, mientras que a otros los dejaba desnudos y colgaba a las mujeres de los tobillos cabeza abajo.

Acompañados de estos versos, saludamos a nuestros lectores, y les deseamos Felices Pascuas.