RECUERDO DE ERNESTO CONTRERAS: ÍDOLO EN TRENQUE LAUQUEN ANTES QUE EN SU MENDOZA NATAL

A fines de septiembre, y la primera quincena de octubre de 1956, en Trenque Lauquen se respiraba casi exclusivamente ciclismo. En esos días se desarrollaba en el flamante óvalo de cemento del Club Ciclista, inaugurado en diciembre del año anterior, el primer campeonato argentino de pista

La ciudad ya se había convulsionado con la llegada de pedalistas de todo el país, pero en los comentarios de los hogares, confiterías, lugares de trabajo, y donde el tema prendía, había uno de ellos al que ya habían convertido en el preferido y en su fenomenal hinchada.

Contreras a punto de largar una serie en el velódromo en 1956

Se llamaba Ernesto Antonio Contreras, el mismo que hace una semana murió en su Mendoza natal, a los 83 años, y el que seguía recibiendo la visita y el cariño de muchos trenquelauquenses que viajaban a esa provincia, con los que continuaba rememorando aquella fiesta del ’56, que lo consagró por primera vez campeón argentino de persecución individual, a los 19 años.

A todos los atendía sin apuros en su modesta bicicletería en Godoy Cruz, a un paso de la capital, que lucía en su ochava el pomposo rótulo “Ernesto Contreras Deportes” en colores que combinaban el celeste, rojo y amarillo, aunque esa solemne inscripción la desmentía su sobrio interior, dividido entre el taller y el salón de venta de repuestos con sus paredes tapizadas con algunos cuadros que exhibían momentos culminantes de algunas de sus enormes hazañas.

En su bicicletería de Godoy Cruz

En las rejas que protegían el ingreso a esa esquina se fueron apiñando ramos de flores y mensajes de agradecimiento y afecto luego de conocida la noticia de su deceso. Es que para los mendocinos Contreras es parte insustituible de los encaramados en el podio de sus ídolos.

Allí está trepado junto al “Intocable“, el boxeador Nicolino Locche, y al exquisito crack Víctor Legrotaglie, a quien apodaron por su calidad “El malbec de los futbolistas”.

Cruzando el velódromo de Trenque Lauquen

Contreras reconocía, sin embargo, que antes lo había sido en Trenque Lauquen, y por eso le guardaba tanta gratitud. En su última visita, el 9 de julio de 2011, invitado para ser homenajeado por el Club Ciclista local lo reafirmó: “Mi vida deportiva prácticamente nació aquí; el velódromo donde gané mi primer título ya no está, pero el cariño de la gente no desaparece; siempre tengo la visita de alguno de ustedes en Mendoza y en la charla con ellos se renueva el recuerdo que sigue siendo inolvidable”.

CORRIENDO COMO LOCAL
Y ampliaba: “Ni siquiera en mi provincia me conocían, porque yo era del interior y no corría en la capital; era muy jovencito e iba rumbo a lo desconocido, ni sabía dónde quedaba Trenque Lauquen, por eso me asombró el apoyo que recibí del público; corrí de local; además estábamos alojados en casas de familia que nos hicieron sentir que éramos parte de ellas, nos asistieron con comida, ropa, regalos, en fin, todo era grato”. Y añadía un dato para diferenciar el fervor trenquelauquense y lo ignoto que aún era en Mendoza: “Cuando volví siendo campeón, sólo me esperaba mi familia”.

Por entonces, Contreras vivía con sus padres y seis hermanos más en la zona rural, a cuatro kilómetros de un pueblito llamado Medrano, y a 60 de la capital. Trabajaban en los viñedos, y no alcanzaba ni para comprar una bicicleta. Recién a los 14 años tuvo la primera, adquirida por la familia en la necesidad de que Ernesto arrimara a su hermano a la escuela, algo distante.

Con el “Corto” Raúl Ciotti

Después le prestaron una de competición y así lo enamoró el ciclismo, entusiasmado además por performances mayoritariamente victoriosas. Le dedicó 24 años, y al cumplir 41 se retiró, con una vitrina plena de trofeos y el corazón henchido de gloria.

Pero su viaje a Trenque Lauquen en esa primavera del ’56 lindaba con lo azaroso. Seguía con la bicicleta prestada, y con ella en tren hasta Buenos Aires, y al llegar allí, de Retiro a Once, donde rogó que a él y al delegado que lo acompañaba los dejaron viajar en un tren carguero. A las dos de la mañana se bajaban del vagón en la estación local, donde seguía pensando que se había metido en una aventura de final incierto. Ignoraba, no obstante, que en ese momento estaba naciendo su primer sueño.

El día previo a la inauguración se reunieron los delegados de las provincias que habían traído competidores a fin de armar del modo más equitativo las distintas series en la especialidad de persecución, y para ello, cada uno debía manifestar los tiempos que habitualmente realizaban sus pedalistas.

El Contreras del ’56, rodeado de seguidores

El delegado de Mendoza paralizó al auditorio cuando a su turno le atribuyó a Contreras el fantástico tiempo de 5 minutos 10 segundos para recorrer los 4 mil metros que demandaba cada serie, nunca antes alcanzado por nadie. Fue fulminado por las miradas, algunas denotaban incredulidad, otras enojo, pidiéndole veracidad y rectificación, y hasta una de burla, preguntándole si le había tomado el tiempo con un reloj despertador.

Contreras, al que su familia lo llamaba Antonio – su segundo nombre – sus amigos “Negro”, el periodismo mendocino, años después, por sus hazañas en la Cordillera, “El Cóndor de América”, y Trenque Lauquen, en esos días, “Cincodiez”, un mote que aludía al famoso tiempo declarado.

No logró ese récord, pero fue venciendo fácilmente a sus rivales en las series preliminares, relegándolos por amplia diferencia, y clasificar a la final que disputaría con el experimentado cordobés Pedro Salas, un múltiple campeón en pruebas de ruta y pista, que ya había representado al país en las Olimpíadas de Londres y Helsinki, y que viendo la fuerza de su pedaleo observaba con preocupación a su próximo oponente, desmintiendo una versión que circulaba, según la cual habría dicho “si este flaco me gana, me hago cura”.

EL PRIMER TÍTULO
El mal tiempo obligó a postergar la final para el 14 de octubre, en principio fijada para el 30 de septiembre, un lapso que ensanchó la expectativa y el favoritismo por Contreras, que ya se había transformado en el personaje más popular de la ciudad.

Un velódromo donde no cabía un alfiler lo acompañó con un ininterrumpido y bullicioso aliento para verlo cruzar ganador la línea de llegada, superando por unos 5 segundos a Salas, y coronándose campeón nacional en persecución individual.

Una de 3 tapas que le dedicó la revista “El Gráfico”

En un acto de agradecimiento, abandonó su bicicleta ni bien arribó vencedor, y antes de la coronación, salió disparado hacia el exterior, para dar una vuelta completa de la pista por el lado de afuera y estrechar la mano de cada uno de los espectadores, mientras que el periodista Ernesto Cherquis Bialo titularía su crónica para la revista “El Gráfico” como “El campeón de la bicicleta prestada”.

Sería el primer cetro, pero lo repetiría de modo consecutivo durante siete años más, hasta 1963 inclusive. En 1960, Trenque Lauquen lo volvería a consagrar en un nuevo campeonato argentino. Está vez despejó todas las dudas sobre su tiempo. Lo clavó en cinco minutos exactos para circular los 4 mil metros, unas 12 vueltas al óvalo trenquelauquense.

Durante un Cruce de Los Andes

En ese octubre de 1956 se acababa de subir al trampolín de la fama, de la que se bajaría ya veterano, después de sumar 12 títulos nacionales, dos Cruces de Los Andes, sendas proezas en la geografía de montaña por caminos de ripio y cruzando arroyos para poder llegar a Chile, andar y desandar las 365 curvas de los caracoles de Villavicencio en una apretada senda de cornisa, 4 Mundiales, en uno de ellos subcampeón, más los Juegos Olímpicos de Roma, Tokio y México, entre los logros más destacados.

La calle que lleva su nombre en su Medrano natal

Fue distinguido con el Olimpia de Plata, el velódromo mendocino lleva su nombre, como una calle de Medrano, donde nació, además de un cúmulo de reconocimientos, que podrían envanecer a cualquiera, pero que Contreras, en su humildad, minimizaba: “Nací para hacer esto”. Y nunca olvidaba a Trenque Lauquen: “El calor que me dieron, sólo en mi provincia lo tuve después de los Cruces de Los Andes”. Gloria y honor para una de las más sobresalientes figuras no sólo del ciclismo, sino del deporte nacional.